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Los Entretenimientos Diana eran uno de los últimos bastiones de los Arcades aún existentes en Santiago, previo al estallido social chileno de 2019.

Su historia en el área del entretenimiento es larga y data de 1934, cuando parten con el famoso tiro al blanco para el cual se utilizaría un rifle alemán de marca “Diana”, que sería el que le heredaría nombre al emprendimiento. Durante casi 30 años, lo que primaría en el local de San Diego sería la rueda de Chicago, el carrusel y tirarle bolas a los gatos de género o a las pirámides de tarros; hasta que en 1961 y con la llegada de la modernidad, el emprendimiento abriría una nueva rama. Separada del original “Juegos Diana”, nace en la década de los ‘60 “Entretenimientos Diana” y debuta en su primer local de Ahumada 170 con las primeras máquinas electromecánicas, posteriormente incluyendo máquinas electrónicas y, finalmente, incorporando videojuegos. En el año 1986 se trasladarían a Ahumada 131, ubicación en la que los conocería yo un dichoso día de mi niñez.

Veinte años estarían en esa ubicación, incorporando flippers, más videojuegos, simuladores y juegos de baile. Hasta que un triste día del año 2006 y, empujados por una ola de criminalidad que encontraba refugio en los subterráneos de la sucursal de Ahumada, se ven en la triste necesidad de cerrar. Muchas personas sentirían un doloroso pesar al ver su segunda casa bajar sus cortinas en señal del adiós definitivo. Por suerte, ésta dolorosa orfandad se vería interrumpida alegremente el año siguiente, cuando “Entretenimientos Diana” reabriría, cual fénix, en el subterráneo del caracol de Merced 839, junto a la Plaza de Armas en el centro de Santiago.

Un tranquilo sábado de algún momento durante el otoño del 2018, entraría junto a mis hijos a “Los Diana”, sin saber que esa sería la última vez que los niños y yo pondríamos pie al interior del caracol. Jugamos ese Mario Kart que es simulador de carreras, les disparamos a caleta de zombis y barrí con ellos en SF2 porque yo aún algo le pego y ellos todavía no.

La siguiente vez que fui, las rejas de acceso estaban cerradas. Pero esa es otra historia…

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