Posted in Opinión

Una de las cosas que te das cuenta cuando vas creciendo es que ya no cuentas con tiempo infinito como antaño y cada vez más reduces la cantidad de juegos que puedes probar sin volver a tu rincón de siempre. Quizás algo gruñones, siempre terminamos con un “tss” en la boca, frunciendo el ceño y mirando con recelo alguna característica de un videojuego que no nos da aquello que nos llena.

Tal vez por ello es que acabé con 300 horas marcadas en Breath of the Wild, pero apenas retomo Assassin’s Creed para hacer una misión, me gana la exasperación, cierro el juego y escapo rumbo a la cocina a por una taza de té. Y no es que el juego sea malo, está lejos de serlo. Creo firmemente que, a pesar de lo que digan muchos posteos en foros o artículos, Assassin’s Creed no sólo fue un respiro de frescura en la industria, si no que una de las sagas que define a los videojuegos, abriendo un mundo de posibilidades sobre lo que se puede o no hacer en el mundo abierto que antes carecía de cierto orden.

Uno, de a poco, va refinando aquello que le gusta en un videojuego y qué no.

Por mi parte, una de las cosas que me gusta de los videojuegos es esa mágica capacidad, ilimitada gracias a la gran imaginación de estudios grandes y pequeños, de llevarnos a mundos increíbles y entornos de ensueño, para luego permitirnos hacer aquello que más queremos: tareas domésticas repetitivas.

Dar caza a los wyverns es sólo una pequeña parte de aquello que hace a Monster Hunter tan atractivo.

Creo que nada define mejor el placer que da hacer tareas domésticas como Monster Hunter (MH) la gran saga de Capcom, que irrumpiera allá por el año 2004 en la bestia negra de Sony, la cual, sin embargo, no ganaría popularidad hasta la salida de Freedom Unite para PSP. A diferencia de muchos juegos de acción en los que jefes enormes hacen de tu vida un infierno, tal como Dark Souls o Ghost of Tsushima, Monster Hunter trae a la mesa algo más mundano, donde el objetivo no culmina con la gran batalla, sino que es un pequeño paso hacia algo más grande.

Para hacer un paralelo con otros videojuegos similares a la cacería de monstruos vitales, y el por qué tiene esa capacidad de engancharme por horas y horas, sería bueno hablar de un tipo de juegos que, a mi parecer, capturan la mecánica principal del gigante de Capcom: los simuladores de vida cotidiana.

Animal Crossing es un juego muy, muy similar a MH. En el pequeño simulador de Nintendo, a diferencia del entorno salvaje lleno de bestias enormes, nos encontramos en un pequeño pueblo o isla, la cual nos proveerá de distintos recursos para poder progresar en nuestra misión de pagar una deuda impuesta por el tiránico Tom Nook. Para saldar dicha deuda el juego nos presenta la posibilidad de recolectar frutos, peces, flores y otras pequeñas cosas, las cuales varían cada día. Estas cosas las venderemos luego al mismo Tom Nook, quién nos meterá en otro préstamo. Además, tenemos que encargarnos de nuestra pequeña comunidad, quienes nos pedirán pequeñas mejoras que cuestan dinero que obtendremos al vender aquello que recolectemos. Rinse and repeat.

Aprender a administrar recursos de forma óptima es algo que sirve para enfrentar terroríficos dragones y mapaches panzones, por igual.

Monster Hunter no difiere mucho de esto. Si bien, el juego es presentado como esta gran cacería contra criaturas brutales que podrían despedazarnos al menor descuido, nuestro objetivo no es solamente capturar o someter a estos demoníacos animales salvajes. No, nuestro foco está en la recolección.

En Monster Hunter 3, por ejemplo, tendremos una pequeña granja para poder cultivar hierbas con las cuales haremos diferentes pociones, así como también insectos que debemos atraer y atrapar. Dentro de cada escenario encontraremos setas, huesos, peces, piedras preciosas que minar y hasta excremento de algunos animales que habitan dicho ecosistema.

Inclusive, la culminación de nuestras cacerías -sea en tundra o desierto- nos recompensará con la oportunidad de recolectar partes de la criatura en cuestión, para así poder crear nuevas armas y armaduras con las cuales podremos cazar criaturas más poderosas en nuevos ecosistemas para así poder recolectar nuevos insectos, minerales, etc. Nuevamente, rinse and repeat.

Tanto Monster Hunter como Animal Crossing tienen un enfoque especial en la naturaleza y es esta quién determina nuestro avance. A diferencia de otros juegos de acción, cuando estamos en la piel del cazador de monstruos nos vemos forzados a tomar en cuenta la naturaleza que nos rodea, muchas veces calculando si es necesario ir de frente a la afrenta o esperar escondido el momento adecuado, recopilando lo necesario para que nuestra batalla no nos descubra expuestos.

Breath of the Wild, Animal Crossing, Minecraft y también Monster Hunter, tienen en común esta mecánica base de recolectar para poder crear, y luego recolectar nuevamente. No avanzamos por niveles, ni desbloqueando la historia, avanzamos en la medida en que encontramos los elementos necesarios para facilitar este avance.    

Es por ello que me cuesta conectar con Skyrim, a pesar de ser la inspiración del último Zelda de Wii U. Ambos vehículos son el mundo abierto, pero cuyo chasis es tan distinto que el auto resultante difiere mucho del otro, aún si ambos tienen el mismo motor y las mismas ruedas.

Shirly Curry (en la imagen) demostrando que la edad no es impedimento para disfrutar.

Uno va refinando sus gustos, va descubriendo que no son los géneros los que nos atraen en los videojuegos, si no que las mecánicas implícitas, ese color distintivo que no conoce distinciones entre mundo abierto y FPS, ni entre side scroller y beat ‘em up.

Desde el imponente Lao-Shan Lung hasta la tierna Ava (quien es la mejor aldeana), lo importante es reconocer tus gustos, los cuales difieren de los de otras personas regularmente, y entender que en gustos no hay nada escrito. Quizá por ello a tu amigo no le gustó The Witcher tanto como a ti, persona lectora x, quien aún no entiende la obsesión con el nuevo Fifa edición Liga de los viejos crack que tu amigo tanto disfruta al llegar del trabajo.

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