Usualmente, cuando hablamos de nuestra niñez y los videojuegos, los recuerdos que tenemos son escasos y bastante puntuales: abrir el regalo de navidad, el jugar por primera vez Super Mario World, quedarse sin bencina en el Gran Prix de Atari y, quizás, algunos tengan recuerdos que ni podamos imaginar. Personalmente, son pocos los recuerdos que tengo de esa época y muchos de ellos parecen fotos en JPG, equivalentes a 320×240 pixeles en una tele 4K por lo mal que las recuerdo. Lo anterior, con excepción de un juego en particular: SimCity. La razón es simple, es porque es el único juego que jugaba y que mi memoria asoció para siempre con el sonido de los aviones que pasan por mi casa.
Para dar un poco de contexto, cuando era niño yo vivía separado por una muralla de la Escuela de Aviación Capitán Manuel Ávalos Prado, que se encuentra en la comuna de El Bosque. Era bastante usual escuchar aviones de todo tipo y también, si teníamos suerte, podíamos ver enormes aviones de transporte. Este tipo de aviones eran más la anécdota, ya que todos los días y de manera regular, los que más abundaban en el cielo eran los de práctica, los cuales emiten el sonido que puse más arriba. (Como anécdota, en la década del ‘80 uno de los aviones pasó tan a ras del suelo que rompió muchas ventanas y televisores de la cuadra. Hubo compensaciones, pero no faltó el que se quiso pasar de vioh).
Casi todos los juegos de consola tenían sonido y música, por lo que realmente podía ignorar todo alrededor si estaba muy concentrado en el juego. Pero SimCity era un juego de DOS cuya música yo no podía escuchar porque nuestro computador no tenía tarjeta de sonido, solo teniamos esa pequeña cosa que se colocaba en la placa madre que sirve para emitir ruidos muy básicos (usualmente de error), y cuyo único sonido que recuerdo era uno que sonaba como ÑAÑAÑA y que significaba ERROR NO SE PUEDE CONSTRUIR AQUÍ. Gracias a eso es que los sonidos que emitían los aviones quedaron asociados con el juego en mi mente.
Después de un tiempo de escribir sobre Minute of Islands, tuve uno de esos episodios melancólicos de la vida en donde se recuerda con añoranza los días de niñez. En aquel entonces, me quedaba algunas horas en el patio escuchando el sonido del avión porque… pues, diría que es el único elemento de mi niñez que me acompaña hasta el día de hoy sin que haya cambiado mucho (quizás pasan menos aviones, pero la esencia está ahí).
Los momentos en que jugaba SimCity eran usualmente durante la tarde, ya que mi hermano estaba en el liceo y yo tenía clases en la mañana. Era el juego que más jugaba en el computador, porque había algo en eso de planear el cómo construir una ciudad que me llamaba la atención. Mi hermano me decía que siempre tenía que construir las casas lejos de las industrias, por la contaminación (siento que es impresionante que yo, a mis 8 años, entendía el concepto de contaminación); y que tenía que construir el comercio en el camino entre las casas y las industrias, porque la gente podía ir a comprar antes de ir a trabajar o de vuelta al trabajo, lo que jamás de los jamases pude comprobar si era cierto (y los juegos de ahora solo te dicen que el comercio genera demasiado ruido, así que hay que tratarlas como las industrias).
He de confesar que nunca entendí el concepto de tráfico cuando era chico. No me cabía en la cabeza que alguien prefiriera quedarse atascado en una calle cuando, una cuadra más al lado, las calles estaban vacías (bueno, siendo justos, eso no lo entiendo hasta el día de hoy). Y como buen niño que tenía 8 años, la solución que se me ocurrió fue construir una calle paralela a las congestionadas sin darme cuenta de que lo que hacía el juego era crear cruces, haciendo que, en vez de ser calles rectas fueran cruces tras cruces, consiguiendo un infierno de tráfico aún peor de lo que pensé.
No les conté, pero usualmente perdía ⅔ de mis partidas por falta de recursos, así que, si el título de este artículo le hizo pensar que era un tipo de prodigio del SimCity, lamento la decepción.
Ups ¯\_(ツ)_/¯
Pero, a pesar de todo, no tengo memorias negativas con SimCity. Con otros juegos, como Super Mario World, puedo recordar los momentos negativos que involucran golpes, vergüenza, rompeduras de vidrios, entre muchas cosas que no quiero mencionar. Pero cada vez que escucho el sonido de los aviones de práctica puedo recordar la vez que me quedé durante horas mirando el techo de mi habitación pensando en la mejor forma en que podía distribuir mi ciudad, en cómo podía hacer plata para construir el estadio (lo que fue mi mayor logro personal con el juego) o, simplemente, pensando en si sería posible hacer un mapa dividido en islas y completarlo sin perder plata.
Al escuchar el sonido de los aviones también me doy cuenta de que mis preocupaciones han cambiado durante casi tres décadas de vivencias. Sé que suena obvio, pero mirar al otro lado de esta ventana de los recuerdos me hace dar cuenta de que quizás parte de mi ansiedad en la actualidad va de la mano de la preocupación excesiva. De pronto, veo al niño de 8 años de mis recuerdos y lo veo haciendo cosas que serían impensadas para mí en este tiempo. Y no me refiero a cosas que requieren energía o buen estado físico (sí, esta pandemia me hizo flojo), sino a acostarme en la cama, mirar al cielo, pensar en cosas inconsecuentes de la vida, escuchar sin importancia el sonido de los aviones, o simplemente, quedarme en blanco y rascarme los ojos lo suficiente como para ver un millón de puntos blancos y pensar que estoy viendo una recreación del universo frente a mí.
SimCity no es un juego complejo y, para los estándares de hoy, es demasiado anticuado. Pero, la verdad es que lo prefiero así. Me gusta verlo a través de esa ventana y ver a ese niño al que le gustaba pensar en las posibilidades que le daba el mapa generado al azar. Y, aunque falle una vez más, volverá a jugarlo con toda la intención de tener éxito. Quiero pensar que ese niño alguna vez conseguirá hacer la megaciudad que tanto ansiaba y que guardará ese recuerdo como un tesoro para toda su vida.
Aclaración post reflexión: Olvidé decir que tampoco tenía mouse para jugar el juego, así que solo podía mover las teclas con flecha para jugar, lo que en cierto sentido me hace admirar aún más a mi pequeño yo.