Posted in Paternidad Gamer, Slice of Life

Un tibio lunes 30 de agosto del año 2021 a las once de la mañana, hizo su reapertura “Entretenimientos Diana” en Merced 839, lugar que ha sido su casa por más de catorce años. Yo fui un par de días después, cuando pude hacerme espacio dentro de la vida de adulto que llevo a cuestas.

A Los Diana les tomó abrir un año y medio. Sumado a los meses de cierre por la cuarentena debieron, además de actualizar sus protocolos a las exigencias relacionadas con el Covid19, luchar contra la burocracia y la poca empatía de un sistema que hizo muy poco por ayudar a la pequeña y mediana empresa durante la pandemia. Pues teniéndolo ellos todo listo para poder abrir al inicio de fase 3, debieron abrir al inicio de la fase 4, por las causas ya mencionadas.

Los protocolos sanitarios han limitado la asistencia de público a 90 personas, han obligado a la instalación de algunos separadores, y han forzado a la eliminación de algunas palancas en uno que otro arcade de dos jugadores. Pero nada de consideración a la hora de disfrutar de una sana entretención a la antigua. (Tan a la antigua [como en el caso del Snow Bros], que la palanca sigue igual de mala que antes de la pandemia).

Y, a pesar de todo, ahí estaba. El letrero iluminando junto a la escala en espiral que da acceso a la parte inferior de la galería, y que es en donde pasa la magia. Me recibe al bajar Space Invaders, y me acompañan por el pasillo los neones que emanan de las máquinas y simuladores. La malla de la cadena del juego de básquetbol me avisa que lo que busco está más allá del Donkey Kong, después del final del primer piso, pasando las máquinas de baile. Me reciben los flippers, abuelos monolíticos de los actuales arcades y que custodian el segundo piso. Indican, en su lenguaje de luces, que, más allá de los juegos de pelea y llegando casi al final, está ese Tetris que tanto añoro.

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