Posted in Paternidad Gamer, Slice of Life

En la medida en que mis hijos han ido creciendo, me he librado poco a poco de la obligación social de la Navidad. Bacán el pan de pascua y el colemono, bacanes los árboles con luces y los gatos que los ultrajan, bacán la alegría en los ojos de aquella persona que recibe eso que tanto anhela, y que uno con tanto esfuerzo ha logrado poner en sus manos. Sin embargo, con cada año transcurrido, cada componente del rito navideño me parece más y más artificial.

Nicolás de Bari, quien además de demoler los templos paganos de Mira y Licia durante su administración religiosa, fue un generoso obispo que dedicó su herencia a la ayuda de los necesitados. Nadie imaginaría que mil seiscientos cincuenta años después, Coca-Cola lo vestiría de rojo para venderle a usted una bebida azucarada, en remembranza del nacimiento de la “encarnación de Dios en la tierra”, quien supuestamente nace el mismo día de una celebración romana que se quería erradicar y olvidar.

Podría seguir y hablar de como el árbol de Navidad es un robo a las creencias celtas, o apelar a la idea actual de que los días festivos son creaciones del marketing, hechas para venderle hueás que no necesita. Pero sólo pretendo compartir mi punto, sin intención alguna de evangelizar o enjuiciar. Si usted sale en estas fechas con cuernitos de reno o con un gorro navideño (de esos de dos lucas, o quinientos al por mayor en Meiggs), bacán por usted, que rico que lo pase bien.

Siendo ya un lustro desde la última vez que accedí a poner un arbolito de navidad o cualquier accesorio afín, y a pesar de lo enunciado más arriba, igual les compro presentes a mis hijas e hijos. Amo ver sus reacciones cuando dejo en sus manos aquello que tanto esperan. Y que yo sea un hueón amargo, no es su culpa.

A ver si en un próximo Paternidad Gamer… les cuento qué les regalé. 😉

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