Posted in Paternidad Gamer, Slice of Life

Estar orgulloso por los logros videojueguiles cumplidos por los hijos ha de sonar bastante inusual para el común de los mortales no videojugadores, quienes probablemente no han perdido incontables horas en la persecución de un ítem cuya tasa de aparición es infinitesimal o no se han metido en la trama que viene de una subtrama de una quest, sólo para obtener la espada más bacán de las espadas bacanes.

Terminar un juego es una prueba de sabiduría, de coraje y de fuerza. A veces, cuando converso con otros “adultos” que no tienen trasfondo de videojugador, les hago el equivalente de que un buen videojuego es como leer un buen libro, pero en vez de ver la peli, manejas al actor principal.

Y así como un buen libro deja buenas lecciones, también lo hacen los videojuegos.

Pero volviendo a los hijos, a mí me da lo mismo si no salieron buenos para las matemáticas y me da lo mismo si no aprendieron a tocar piano o si no hablan un segundo idioma (?). Acá las cosas se miden con una vara muy distinta: en nuestro caso, el parámetro familiar es terminarse el “The Legend of Zelda: Ocarina of Time”.

Porque es un idioma común, independiente a nuestras diferencias de edades y de crianzas, todos nosotros nos subimos vestidos de verde al camino del héroe y, armados con una espada y la sola voluntad de hacer lo correcto, escogimos salvar Hyrule.

–¡¡Papá, me terminé el Zelda!!– me dice uno de mis hijos con la 2DS en mano. Se me sienta al lado y aprovecha de compartir conmigo el final, mientras vemos el atardecer en el patio.

Le pego un abrazo bien apretado en la parte de los fuegos artificiales. Él no lo sabía, pero cuando mis hijos ya pasan el Templo del Agua es cuando me empiezan a dar ese orgullo raro de papá, rara mezcla entre paz y felicidad de saber que esa cría, a la que le pusiste tanto cariño y empeño en educar, te salió por lo menos “medianamente inteligente”. Uf.

Mientras él se va a compartir su logro con su hermana, yo me quedo en el patio pensando si será hora de ponerlo a jugar “Dark Souls”. Quizás aún está muy chico.

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